PADRE JESÚS, MI BARRIO

 

               Barrio de Padre Jesús, calles y cuestas empedradas, jardines y flores, manantial y ríos, escritores y cantaores, Plaza de la Oscuridad, Baños Árabes, Arco de Felipe V, Sillón del Rey Moro, dos puentes, uno Árabe y otro Romano, Fuente de los Ocho Caños, Congregación de Religiosas “Las Madres de los Desamparados”, enseñanza y acogida, Iglesia de Padre Jesús, gente creyente y cofrade, humilde y sencilla, honrada y trabajadora, solidaria y tolerante, vecinos de toda la vida. De todos los vecinos sobresalen dos: Jesús y su Madre Dolores, viuda de José "el carpintero”, que viven como el resto del vecindario de forma austera, pero su hogar huele a cielo y desprende Amor por los cuatro costados.

               Estos dos Vecinos son los más queridos por el resto de la vecindad que acude a visitarlos, sobre todo los viernes y Ellos siempre acogen a todo el mundo con su inmensa dulzura y cariño, tratando de consolar al desconsolado, animar al que ha perdido la ilusión, dar esperanzas al ignorado, fuerzas al exhausto, pero por encima de todo dan Amor, sí, Amor con mayúsculas, a todos.

               Hay dos días señalados en todos los hogares del barrio: Primer Viernes de Marzo y Jueves Santo.

               Primer Viernes de Marzo, Besapié de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Besamanos a su Santísima Madre, Nuestra Señora de los Dolores; mi barrio es un hervidero de personas desde muy temprano. Todas quieren cumplir con el ritual de “Besar ese pie descalzo pidiendo su protección””, como dijese hace tiempo D. José María León Cordón, poeta del pueblo y nacido en nuestro barrio.

               Me miras, y en mis ojos, sabes si estoy triste o contento. Te hablo y te cuento mis cosas, mis miedos y mis alegrías. Te pido por mi familia, por mis amigos, por todos aquellos que se han alejado de Ti y comprensión en los intransigentes.

¿Quién después haber besado ese bendito pie, no ha dado las gracias por poder hacerlo un año más y no ha pedido su bendición?

¿Quién no se ha sentido reconfortado al ser mirado por la mirada del Señor de Ronda, una mirada dulce, profunda, penetrante, de comprensión, de afecto, de ternura? ¿Hay alguien que no haya rezado en ese momento?

Y su Bendita Madre, modelo de fe, esperanza y obediencia, con su carita bonita y sus ojos entreabiertos, sabe que la quieres, que la necesitas, y a pesar de la pena que la corroe por la anunciada e injusta muerte de su Hijo, te contempla en lo más profundo de tu ser y te dice que no te preocupes, que allí está Ella para una vez más ser tu consuelo, tu apoyo, tu intercesora, ¡que para eso es tu Madre! ¡Ay Madre mía, cuánto te quiero!

Cuando sales del templo, tú que hace tiempo que te fuiste a vivir a otro barrio o quizás fuera de nuestra ciudad, es la hora de otro ritual: visitar a tus antiguos vecinos y recordar cómo era el barrio de entonces, de cuando limpiabais la iglesia, o cómo Rafael “el sacristán” montaba él solo el trono y el paso de la Hermandad, o de la rampa de salida montada durante una semana antes del Jueves Santo que era la delicia y juego de los chavales, y qué decir de aquellos fornidos faeneros, entonces costaleros de la Virgen, ¡Cuánto tiempo hace de todo eso! ¡Qué viejos nos estamos haciendo! Te comentan que hay cosas que han cambiado, que los pasos los montan un grupo numeroso de voluntarios, que la rampa se monta y se desmonta rápidamente y sin excesivos esfuerzos, pero que sigue haciendo las delicias de los niños del barrio, que los costaleros son jóvenes hermanos de la Hermandad, que le ponen un cariño y empeño que asombra; lo que no ha variado es que la iglesia la siguen limpiando, como siempre, las vecinas. Miras el reloj y ves que te queda tiempo, hasta que te recoja tu hijo con el coche, pues a tu edad y la cuesta, ya se sabe, por lo que decides dar una vuelta por la calle Real y ver la casa donde fuiste feliz con tu marido y nacieron tus hijos y piensas que ojalá siguieras viviendo en ella y ahora fueras tú la que invitases a merendar a todos los que te visitaran.

               Las vecinas han blanqueado sus fachadas para el Jueves Santo. En los balcones los primeros brotes de geranios. Dentro de las casas, en la cocina, olor a potaje de garbanzos y bacalao, a torrija, y a la leche cocida con canela para hacer arroz  con leche; en el dormitorio túnica, antifaz, medalla y guantes, para los más pequeños de la casa; costal, faja y zapatillas para el padre e hijo mayor, todo primorosamente dispuesto y recién planchado. En el zaguán simplemente ¡huele a limpio!, todo tiene que estar perfecto, va a pasar Padre Jesús y su Santísima Madre.

               Señor, mi barrio te espera, queremos verte, contarte nuestras historias cotidianas, rezarte, quererte, y Tú encaras la puerta de salida, muy despacito, como sólo tus costaleros saben hacerlo y Tú, con la cruz, subes desde tu barrio a Ronda a compartir tu gracia y derramar dicha.

               Pero antes, de una sola “chicotá”, has bajado la rampa con los sones de la Marcha Real, y tras enlazar la Banda otra marcha, reviras y sales a la calle Real; tu cuadrilla, tu buena gente de abajo, con todo el cariño, te llevan despacito como no queriendo que te vayas; delante de los Ocho Caños, la muchedumbre emocionada y embelesada por tanta belleza, espera que pases, para verte majestuoso sobre tu paso, ayudado del cirineo, bajo un monte de lirios morados, mientras sigues con tu lento caminar hasta enfilar la Cuesta de Santa Cecilia, que te llevará al corazón de Ronda, esa Ronda que tanta devoción y pasión te profesa, porque eres el Señor, sí, el Señor de Ronda.

               Cuando vuelves a tu barrio, te despides de tu Madre y de tu Discípulo amado, pero antes te gusta verla muy cerquita. Por eso sus costaleros te la sitúan ahí mismo, delante de tu paso para que la mires y le digas que no esté triste por la pesada cruz que soportas, ya que todo el barrio te sirve de cirineo, ni por la proximidad de tu muerte, que todo era necesario para que se cumplieran las Sagradas Escrituras y que estarás en la Morada del Padre, y en tres días resucitarás y volverás a estar con nosotros y esta vez será para siempre y demostrarás que la muerte no es el final, sino el principio de una vida nueva donde sólo existe el AMOR.

               Dile también, que todo lo has hecho por ese Amor tan grande que nos tienes, como el que Ella te profesó, Amor perfecto y puro.

               Dile por último, que sus vecinos la seguiremos venerando, visitando, cuidando y acudiendo a Ella buscando paz, ternura y bondad, tan encasas todas ellas en el mundo actual.

               Sea la letra de este viejo tango mi anhelo:

                                  ¿A mí?… ¡Déjame en mi barrio

                                     aquí el luchar y el sufrir,

                                     aquí amé y aquí he vivido

                                     y aquí tendré que morir…

 

Antonio Román Ramírez

Cronista de la Hermandad.

 

 

 

 

ANTIGUA Y VENERABLE HERMANDAD DE  NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO

Y NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES.

 

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