I EXALTACIÓN A LA MANTILLA ESPAÑOLA.

Por José María Rojas Cuéllar.

Ronda,03/04/2011.

PROLOGO: (fondo de guitarra, Antonio González Muñoz “Cuqui”).

Así sería el dialogo de un rondeño, enamorado de su patria chica y uno que nunca ha pisado sus calles:

Tú que vives allí,

¿Cómo es Ronda?

 

Ronda es… una perla blanca y bella,

que el Creador no quiso dejar en tierra,

la puso sobre una mesa

para que su pedestal fuera.

 

Ronda es… maravillosa,

monumental, vieja y nueva,

empinada y llana,

partida en dos

por Amor apuñalada.

 

Asomada al balcón

como novia que espera

al galán de sus sueños

bajar de la sierra.

 

Es serrana, mora y cristiana,

nazarena, cristina y mariana,

con gente de corazón

y mujeres guapas.

 

Ronda es… elegante,

tiene empaque y solera,

sabe ser… alegre y seria;

alegre en sus fiestas,

seria en Semana Santa.

 

¡Hombre! Y ahora que está cerca,

¿Cómo es la Gran Semana?

Tu lo has dicho, grandiosa,

llena de fervor y recogimiento

cuando por sus calles pasean

tronos, pasos y cortejo.

 

Imágenes de las mejores gubias

que a la madera infunden alma,

sus desfiles son Vía-Crucis,

de duelo y esperanza.

 

Y a muchos acompañan

mujeres luciendo mantilla,

cascada de filigrana,

pena negra que, desde la peina,

resbala por hombros y espalda.

 

Entonces ¿hay que ir a Ronda?

 

¡A Ronda no!... no hay que ir, amigo,

¡en Ronda hay que morir,

porque Ronda es honda y alta

y del Cielo más cercana!.

 

¿Y que le falta?

 

¡A Ronda!... a Ronda no le falta nada.

por tener tiene

hasta un canto a la prenda

que por respeto, en sus cabezas,

lucen las damas.

hecha, en la Pasión duelo

y Alegría en su Pascua.

 

No, amigo, no…

¡a Ronda... no le falta nada!.

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EXALTACIÓN:

Buenas tardes: Autoridades. Representantes de Instituciones locales .Representantes de Hermandades y Cofradías. Asociación de Amas de Casa, “La Paz” de Ronda. Amigas y amigos todos.

 

Es para mi un honor y un orgullo que la Asociación de Amas de Casa “La Paz” de Ronda, en la persona de su Presidenta, Dª. Pepa Gamero, haya tenido a bien proponerme exaltar, por primera vez, todo lo que representa una prenda femenina; una bandera, diría yo, tan genuina, tan singular y tan nuestra como es la

 

MANTILLA ESPAÑOLA,

 

máxime si va unida o en estrecha vinculación a unas Hermandades, una de Pasión, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, en nombre de la cual, como Hermano Mayor, quiero agradecer tal deferencia, y de Gloria otra, la de Nuestra Señora de la Paz, Patrona y Alcaldesa Perpetua, de profundo calado en muchos corazones, y que de tanto fervor gozan en nuestra Ciudad.

 

Quiero agradecer también su benevolencia a mi amigo D. Jaime Aranda Fernández, que, queriéndome allanar el camino, se ha esforzado en demasía, presentándome ante ustedes con unas cualidades que yo, pobre de mi, difícilmente puedo llegar a alcanzar, creo que, su calidad de hombre de bien y su amistad hacia mi persona, que pido a Dios dure hasta el final de nuestros días, le ha traicionado un poquito. Gracias Jaime. Y por supuesto, si salgo airoso de cuanto pretendo presentar aquí será, sin duda alguna, por la precaución que he tenido de encomendarme a ese gran amigo, incondicional en toda mi vida, como es Nuestro Padre Jesús Nazareno y a su Santísima Madre de los Dolores, que me hace decir: Cuando te veo venir avanzando, majestuosamente, por las calles de mi pueblo, de mi solo sale una exclamación: ¡Señor mío y Dios mío!.

        

Y también, como no, porque cuento con la complacencia y generosidad compasiva que todos ustedes, estoy seguro, me van a dispensar. Por todo ello vaya por delante mi agradecimiento.

Ya el aire empieza a impregnarse con el olor de la cera, el incienso y el romero, estamos muy cerca del Domingo de Ramos, cuando nuestros pueblos y ciudades inician la celebración de su Semana Grande, la Semana Santa.

               (saeta, Rafi Benítez)

 

Es a lo largo de estos días de Pasión y de luto, cuando la MANTILLA adquiere su mayor esplendor. Con este acto de hoy, se persigue poner de relieve el uso de este tradicional atuendo español, el mayor estandarte representativo de la elegancia femenina y hacer una exaltación de esta prenda con un gran arraigo religioso y cristiano y a la vez, de las tradiciones más bellas de la cultura española: LA MANTILLA.

 

Quisiera ser ruiseñor

para que mi trino fuera

la melodía sonora

que, ferviente, enalteciera

la majeza, el señorío

la elegancia y el tronío

de la MANTILLA ESPAÑOLA.

 

¿Qué es la MANTILLA?. La MANTILLA es una prenda popular española consistente en un elegante tocado femenino de encaje que, como todo en esta vida, tiene su historia y su parte de leyenda.

 

Es un velo, sí, pero no un burka, ni un chador, ni cualquier otra modalidad de ocultación del rostro de la mujer. Es un tejido artístico que no cubre la cara, ni la esconde ni la relega, por el contrario, la enaltece, la lleva al cenit de su peina, la embellece y la afirma.

 

Una mujer de MANTILLA el Jueves o Viernes Santo, en cualquier punto de España, es una mujer de luto, es alguien que pretende transmitir un sentimiento de dolor, un ser, que de forma sublime, se hace eco en su propia persona, del sentimiento de un Cristo, vilmente asesinado y, recuerda, veintiún siglos después, que aquel calvario es hoy un camino de vida, de amor y de esperanza.

 

(Plegaria, Tere Díaz Ramos)

 

Parece que el origen de la MANTILLA se remonta al tiempo de los íberos, en que era costumbre que las mujeres cubrieran o adornaran su cabeza con mantos o velos, y su evolución estuvo marcada por factores sociales, religiosos e incluso climáticos.

 

A finales del siglo XVI, el uso del manto, llamado ya “MANTILLA DE ALETAS”, se generalizó en toda España, al considerarse una prenda más, dentro de los trajes populares.

 

Sin embargo, en cada región mantuvo una fisonomía propia, así, por ejemplo, las MANTILLAS de las tierras más frías, tenían finalidad de abrigo y utilizaban diferentes tipos de paño; por el contrario, en las zonas más calidas, eran de tejido suave y ligero, configurando una prenda más ornamental y lujosa.

 

Su mayor raigambre, no obstante, la alcanzó en el siglo XIX, potenciado por la predilección de la reina Isabel II de España hacia ella, y es cuando la MANTILLA adquirió una relevante importancia como tocado distinguido de la mujer española.

 

En el siglo XX, la MANTILLA fue perdiendo popularidad salvo en algunas regiones como Madrid, Valencia o Andalucía.

 

Así nos la da la historia más o menos, pero también esta prenda tiene su lado de leyenda y una muy curiosa es la que da como origen de la MANTILLA Florián, escritor ilustre del siglo pasado, en su poema titulado Gonzalo de Córdoba.

 

Estudioso de España, llegó a descubrir que en cierta época, muy remota por cierto, se bañaban las jóvenes en la mansa corriente del Guadalquivir, de ahí que comenzara su poema: “Castas ninfas que bañáis las trenzas de vuestros dorados cabellos en las claras ondas del Guadalquivir….

 

Y cuenta que hubo un cierto rey castellano, que, culpando a los citados baños de los males de la patria, publicó un decreto prohibiendo tales prácticas y ordenando, además, que adoptaran un traje o adorno que, velando la cara, apagase el fuego de sus miradas, a fin de que –decía el decreto- no se turbara el sosiego público.

 

¡Aquí de los llantos y la desolación de las hermosas! ¡prohibidos los baños! Perdidas aquellas ocasiones de atraer galanes. ¿Qué va a ser de nosotras, Dios mío? ¿donde iremos a bañar las trenzas de nuestros cabellos? ¿Qué traje inventaremos que pueda competir con el que nos prohíbe, injustamente, el rey? Se lamentaban.

 

Pero… como el ingenio femenino es fecundísimo en recursos, nosotros, los hombres, decimos que el nuestro es noble y profundo, pero al lado del de la mujer, debemos admitir que es… pobre pobrísimo.

 

Se dio el caso de que vivía en Sevilla una tal doña Beatriz, hija de nobles padres y una de las ninfas que se solazaban en el río. El decreto del rey vino a amargar su existencia y lamentaba su desgraciada suerte.

 

Un día dejó doña Beatriz de llorar y se puso a pensar, mientras se entretenía en pasar y repasar una aguja por entre las mallas de un tejido espeso, formando así una especie de tul bordado, con luengas hebras de hilo teñidas en negro ébano.

 

Dio, al cabo, fin a su tarea y exhalo un suspiro al ver que era trabajo perdido, pero… dio en probarlo sobre una antigua estatua que representaba a la Venus de Praxíteles, lo extendió en toda su longitud y, después de amoldárselo de muchos modos, concluyó por fijar uno de los extremos en la frente, en el sitio donde se partía la cabellera, colocándolo de manera que quedaba la cara como encerrada en un marco, formado por negros pliegues del ligero tul, mientras que los demás del bordado caían en graciosa ondulaciones por el seno y espalda, ciñendo el talle y diseñando las preciosas formas.

 

Cuando se recreó en su obra, lo quitó y colocándose ante un espejo de luna veneciana, empezó a probárselo a si misma. Beatriz se halló más hermosa, conoció que aquel velo la haría seductora y que sus negros ojos brillaban como dos estrellas y las líneas de su esbelto talle se señalaban con una gracia desconocida hasta entonces.

 

¿Realidad o leyenda?

¡Había nacido la MANTILLA, la MANTILLA ESPAÑOLA, española sí, pero más… CORDOBESA, ALMERIENSE, GRANADINA, ONUBENSE, MALAGUEÑA, JIENNENSE, GADITANA Y SEVILLANA!, es decir, ¡de esta bendita tierra!

 

¡LA MANTILLA ANDALUZA!.

 

Es andaluza y lo afirmo, porque al menos han sido las mujeres de aquí las que a lo largo de la historia han ido dando el mimo y el estilo que cada etapa merecía, y si es verdad que una imagen vale más que mil palabras, solo hay que ver la representación que nos acompaña en este acto. Algo parecido a lo hecho con el traje regional, no anclarlo en el pasado, sino modernizarlo, lucirlo y adaptarlo a la actualidad de los tiempos y de las costumbres. Y, por si fuera poco, a estas cualidades hay que añadirle la gracia y el empaque de la mujer andaluza, y en este caso concreto, de las mujeres de esta Ciudad.

 

 

Las mujeres rondeñas

cuando quieren resaltar

su figura, su belleza

y el embrujo, sin igual,

que tiene su señorío,

no precisan abalorios;

se bastan por ellas solas.

Solo tienen que añadir,

rematando su atuendo,

una peineta en su pelo

y una MANTILLA ESPAÑOLA.

 

Son las mujeres de esta tierra las que poseen el don tan especial de saber lucir, con aire magistral, nuestra clásica MANTILLA, cuando, con toda seriedad, hacen notar su presencia, en todos los protocolos civiles, militares o religiosos de nuestra sociedad. Fue desde Andalucía además, desde donde se exportó a las Américas. Motivo por el que, a lo largo de los siglos, han podido cantarle así los poetas de ambos lados del Atlántico:

 

¿Por qué no acaba todo, ora que puedes

amortajar mi cuerpo venturoso

con tu mantilla, pálida andaluza?.

¡No me avergüenzo, no, de que encuentren

clavado mi corazón con tu peineta!.

 

Como bien sabéis, la MANTILLA, en Semana Santa, se luce con una peina de carey y con vestido negro de cierta sobriedad. Ya está en desuso los claveles rojos que en cierta época se llevaba en la cabeza, pero sí continúa la tradición de visitar en las Iglesias al Santísimo, el Jueves y Viernes Santo.

 

Igual que para el nazareno la túnica es su seña distintiva o el costal para el costalero, para las señoras, su MANTILLA es su signo de identidad. Cada una considera su MANTILLA como una expresión de ella misma, “hay que prepararla”, esto es, revisarla, colgarla con esmero para que se estire, plancharla suavemente y, por encima de todo “tratarla con mucho mimo y cuidado”.

 

También la fiesta nacional de los toros ha estado siempre muy ligada a esta prenda, ya que las mujeres acudían engalanadas con sus MANTILLAS blancas a las plazas, aún hoy siguen viéndose los coches de caballos llevando al coso grupos de mujeres con estas MANTILLAS de encaje, que lucen con gracia en los palcos. Y en Ronda está el ejemplo, nuestras Goyescas, ramillete de bellos colores que adornan, en sus Ferias y Fiestas de Pedro Romero, el dorado florero de la Real Maestranza.

 

El encaje, nacido en las juderías de Toledo, por su belleza, arraigó en los gustos y modas del siglo XVI, una de sus principales aplicaciones fue la MANTILLA. De los numerosos tipos, los mas genuinos para éstas, son los de bolillos y, entre ellos, los de Blonda y de Chantilly; el primero se caracteriza por los motivos grandes de tipo floral y el segundo por sus diseños de carácter vegetal, con abundancia de hojas, flores, escudetes y guirnaldas.

 

El reducido uso de la MANTILLA en épocas siguientes al reinado de Isabel II que, como ya decíamos antes, fue una de las impulsoras de esta prenda, dada su afición a tocados y diademas, se debe a la entrada de otras costumbres, que imponían los nuevos monarcas.

 

Un hecho reseñable es el conocido como “LA CONSPIRACIÓN DE LAS MANTILLAS”, una forma de protesta de las mujeres españolas frente a estas nuevas costumbres extranjeras que parecían querer imponer Amadeo I y su esposa María Victoria y… así les fue, este pobre rey renunció a su trono al poco tiempo debido, según él, a la ingobernabilidad de los españoles.

 

Nuestra MANTILLA es un atuendo tan especial y extraordinario que, por su seriedad y elegancia, permite a las mujeres de España ser las únicas del mundo que, ataviadas y cubiertas con tan majestuoso velo, pueden realizar la visita al Vaticano y estar presentes, así cubiertas ante su Santidad el Papa, privilegio, muy especial, que desde hace muchísimos años concedió el Santo Padre a las mujeres españolas.

 

Actualmente, las MANTILLAS se pueden ver, casi exclusivamente, en Semana Santa, ofrendas de flores en fiestas, bodas de gala, si es religiosa, (en las civiles lo mejor es olvidarse de ellas), o la fiesta de los toros. No es fácil verlas en otras ceremonias.

 

Y…, hablando de ceremonias, vamos a ver, brevemente, como vestir la MANTILLA.

 

Para cualquier tipo de evento, la MANTILLA deberá contar con un largo hasta la altura de las manos y, por la parte trasera, este largo deberá ser unos dedos por debajo de la cadera. Para evitar que el viento la mueva, el llamado “VUELO DE LA MANTILLA”, es conveniente sujetarla al vestido, de forma discreta (generalmente por los hombros). Dicen los estilistas, que un truco para hacer una buena sujeción y con suficiente “holgura”, es ladear la cabeza al lado izquierdo y sujetarla del hombro derecho y viceversa, ladear la cabeza al lado derecho y sujetar la mantilla al hombro izquierdo, quedando fijada pero no tirante.

 

En cuanto a la peineta, deberán decantarse por una adecuada a la altura de la mujer y a la de su pareja, si va acompañada, el material de la misma más apropiado parece ser el carey. Si son bajitas, pueden optar por una peina alta, aunque entraña más dificultad al llevarla. Si son altas y de cara alargada, mejor una peina baja. En todo caso bien ajustada al pelo, cubrirla de forma correcta y bien equilibrada con la mantilla.

 

Como verán, de lo que a mi se me ocurra y de lo que ustedes saben sobre la MANTILLA, podíamos estar hablando todo el día, pero aquí se trata solo de resaltar lo fundamental, para poder transmitir, de forma solvente, nuestra decisión de trabajar por la recuperación y exaltación de este atuendo tan especial y tan arraigado en Andalucía.

 

Así que desde aquí os felicito por esta iniciativa y os animo a que mantengáis este espíritu de apoyo a nuestra tradicional MANTILLA y que, de nuevo, este año, las calles y templos rondeños sean testigos de vuestra firme voluntad y de vuestro garbo al lucir, señoriales y orgullosas, ese negro encaje de Pasión.

 

La MANTILLA es mujer, es belleza, es elegancia, es feminidad, pero también es luto, es dolor, es Pasión, es Andalucía, es Ronda y es Semana Santa. Una mujer que se viste de MANTILLA otorga solemnidad al acto en el que participa, sea de duelo o festivo, cumple, en definitiva, un protocolo histórico y lo envuelve en belleza, arte y estética.

 

Este humilde pregonero

ha querido alzar la voz,

para que sea su pregón

una tormentosa ola,

que proclame con ardor

la elegancia, las beldades,

la pureza y el tronío

de la MANTILLA ESPAÑOLA.

Precioso palio de encaje;

dosel de alta filigrana

que custodia y acompaña

al estilo, al señorío,

a la hermosura y belleza

de las mujeres de España.

 

Y digo yo “Casi nada para un simple velo”.

 

Muchas gracias.

 

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ANTIGUA Y VENERABLE HERMANDAD DE  NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO

Y NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES.

 

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